Entro en el Google Maps y trinco por los pelos al muñeco del Street View. Al principio, el hombrecillo se resiste y patalea, luego se rinde y se deja hacer. Lo suelto en el barrio de Canillejas y deambulo junto al Cuqui, el Tente, el Elena, el Mochuelo y la Reme por las calles Etruria, Iliada, hasta doblar por Lucano y aterrizar en la bodega del Suso. El Cuqui acaba de salir de la cárcel y está más sonado que las maracas de Machín, al Tente le falta una pierna y controla unos negocios de dudosa reputación, el Mochuelo y el Elena se dedican al reparto, y no de misales precisamente y a la Reme se le caen las bragas por el Cuqui. Aparte de eso, beben tercios, fuman petas y se meten farlopa. Paseo por Canillejas un poco más en su compañía, pero tengo que dejarlos porque no aguanto su ritmo, algo ha hecho clic en sus cabezas, el pasado se les ha venido encima y a uno de ellos se le ha ocurrido la peor de las ideas. Devuelvo el muñeco del Street View a su sitio.
«Cuando gritan los muertos», de Paco Gómez Escribano, es una historia de venganza, una historia de barrio magistralmente escrita, la historia de un barrio que se resiste a dejar su pasado, ese pasado al que han sobrevivido el Cuqui, el Tente, el Elena, el Mochuelo y la Reme, pero que siempre vuelve cuando los muertos se levantan y gritan.
Una puta delicia, troncos.
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