domingo, 27 de septiembre de 2015

«El país de los ciegos», de Claudio Cerdán. Reseña.

El Tuerto acaba de salir de la cárcel y su ciudad, Alicante, no es lo que era. Es peor. En su recorrido por la noche alicantina, a Juan Ramón Durán, alias el Tuerto le acechan individuos muy peligrosos. La noche de Alicante está llena de tipos canallas, algunos de ellos más chungos que un pico de tabasco, incluso hay unos cuantos más malos que el mismísimo Tuerto. Y por esa noche turbulenta de putas, mafiosos, policías corruptos y jueces vendidos, se mueve el protagonista con su único ojo, cual cíclope vengador, repartiendo leña a diestro y siniestro y recibiéndola también.
Los secundarios no tienen desperdicio, sólo con leer sus apodos ya nos podemos hacer una idea del perfil de los sujetos: Farlopero López, Carroña, Bellota, Chimpancé, Lagartijo, Mierda de Perro, Mochuelo, Tijeras…, unos prendas, todos.
«El país de los ciegos», de Claudio Cerdán, es un relato durísimo, escrito con un lenguaje directo y agresivo, con escenas de una violencia obscena, que son resueltas en un estilo bronco y sin concesiones. Tan solo, de vez en cuando, unas pequeñas gotas de ternura redentora permiten cierta tregua y suavizan la dureza de esta novela en la que la ciudad de Alicante, siempre presente en el relato, es una protagonista más.
Eres bueno, Claudio. Y, permíteme la familiaridad, cuando seas mayor, serás muy bueno.


domingo, 20 de septiembre de 2015

El detective Carmelo (II). La joven de la esquina.

La joven se apoyaba contra la esquina proyectando una sonrisa luminosa, llevaba atornillada la intención a las caderas y sus labios carnosos contenían pespuntes oscuros de mentiras. Tenía más curvas que una carretera de montaña y en sus ojos se adivinaba la ansiedad de ser querida, la minifalda tapaba a malas penas lo imprescindible. La luna asomaba su perfil entre las nubes y el vientecillo de la noche transportaba susurros de secretos venidos de muy lejos. Con mis mejores andares me acerqué a ella y le dije:
—Muñeca, no puedo prometerte las estrellas, ni siquiera puedo darte mil noches de amor enloquecido, no tengo nada, apenas soy un grano de arena en el desierto, pero conmigo tendrás cobijo, estarás a salvo para lamerte tus heridas y tendrás un poco de ternura.
—Vale, poeta —me contestó la moza—. Son cien euros, el hotel aparte.
Me despedí de ella y me alejé borrándome por el fondo de la calle. Seguí el sabio consejo de mi madre: «Hijo mío, nunca trates con mujeres que tengan la conversación tan corta como la falda».



miércoles, 16 de septiembre de 2015

«Curvas peligrosas», de Susana Hernández. Reseña

Vázquez entra en la comisaría destilando mala leche por las costuras de su ropa de Armani, Santana se mueve sin ruido sobre unas zapatillas de saldo y embutida en una sudadera de hipermercado. Vázquez es la policía veterana, Santana es la novata. Vázquez es descreída y tiene mal carácter, Santana monta una Harley, es sensible y empática. A Vázquez le gustan los bares «como Dios manda: mesas pegajosas, un camarero con mala leche y el gilipollas de turno jugando a la máquina tragaperras»; Santana es capaz de apreciar la poética de una piscina vacía en un jardín otoñal. Vázquez es heterosexual, Santana es lesbiana. Y en medio de estas dos mujeres se  cierne una inquietante trama criminal: ocurren unos asesinatos y las víctimas son muchachas con minusvalía psíquica.
«Curvas peligrosas», de Susana Hernández, es, ante todo, una novela de relaciones: la inevitable y conflictiva relación entre las dos subinspectoras, la relación de la veterana Vázquez con su exmarido y con su hija, las complicadas y tórridas relaciones de la novata Santana con sus diferentes parejas y la relación de ambas con sus compañeros de trabajo en el día a día de la comisaría. Y como fondo los turbadores y perversos crímenes y las consiguientes pesquisas de las dos policías para la resolución del caso.
Las palabras se encadenan en una prosa sencilla, con estilo y buen ritmo, las escenas se desarrollan con fluidez y los personajes están muy bien perfilados. 
«Curvas peligrosas» es la primera entrega de la saga, que ya consta de tres novelas, de estas dos subinspectoras a las que auguro un futuro prometedor.

Bien, Susana.


viernes, 4 de septiembre de 2015

CTN. Cartagena Negra 2015.

Gijón, Barcelona, Valencia, Aragón, Castellón, Pamplona, Granada, Getafe, Salobreña, Collbató…, son ciudades o regiones que unos días al año se vuelven oscuras y se pueblan de mafiosos, asesinos, trincones, calandrajos y quinquis perseguidos por maderos recalcitrantes. Todo esto en el papel, o en las pantallas, claro está, que en la realidad, algunas de estas ciudades ya tienen de estos personajes los suficientes como para aumentarles el cupo.
Ahora, a todos estos saraos para disfrute de los aficionados al género negro, se une la ciudad del submarino. Los  días 11 y 12 de septiembre se celebrarán las primeras Jornadas de Novela Negra en Cartagena con un programa corto pero intenso: varias mesas redondas, presentación y firma de libros, un taller exprés de novela negra, cafés negros y hasta cañas negras con los autores.
Una estupenda iniciativa a la que deseamos larga vida.

El programa lo podéis ver y descargar en el blog de las jornadas: http://cartagenanegra.blogspot.com.es/2015/08/programa-cartagena-negra-2015.html


miércoles, 2 de septiembre de 2015

«Cuestión de galones», de Ricardo Bosque. Reseña

Excusarme por no haber leído nada de Ricardo Bosque hasta ahora sería una hipocresía. Todos tenemos un límite de tiempo para leer a la par que un tope de dinero para gastar en libros y, en mi caso, ambos son limitados. Uno va flotando como puede entre la maraña de títulos que se publican a diario, lee reseñas, anota títulos para su futura lectura y elige los libros según preferencias, impulsos o simplemente se deja arrastrar por la corriente de las salvajes promociones de las grandes editoriales.
La novela negra provinciana existe. Comenzó a abrirse paso a trompicones irregulares en un pasado no muy lejano y en estos momentos ya camina erguida y nos llega con paso firme desde todas las esquinas del país. Madrid, Barcelona o Bilbao han ido dejando paso a otros escenarios más provincianos y montaraces. Habemus descentralización progresiva del género negro y eso es bueno.
Ahora, a mi particular colección de periféricos compuesta por Cesar Pérez Gellida (Valladolid), Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria), Ramón Palomar (Valencia), Esteban Navarro (Huesca), por citar sólo a unos cuantos, añado a Ricardo Bosque, que desde su Zaragoza natal nos regala esta novela policiaca llena de intriga y humor. 
El protagonista de la novela, un capitán de la «Policía Fluvial Metropolitana», navega por una Zaragoza futurista, llena de canales y lagos, fruto del proyecto de un alcalde visionario. El policía habla con su chucho de perro a perro, se muere por las formas generosas de su compañera de trabajo, aunque no se atreve a decírselo y se desplaza, en traje de neopreno, con su moto acuática de acá para allá por una ciudad que se ha convertido en una especie de Venecia baturra.
 Cuestión de galones es un relato de intriga muy bien contado con un estilo sencillo y directo, una novela policiaca de pata negra situada en un escenario deliciosamente divertido y original.

Salud y larga vida literaria, maño.