sábado, 26 de enero de 2019

Pamplona Negra 2019. Crónica. Día 4.

Viernes, 25 de enero.

Amanece en la capital de Invernalia. Un tímido rayo de sol se atisba por la ventana. Dura poco, pero no llueve y puedo hacer el turista sin mojarme los zapatos. Menos da una piedra.

Con la siesta a medio digerir, me doy una vuelta por la librería Elkar para ver a Aingeru Epaltza, Mikel Soto e Inés Castiella que, moderados por Irati Jiménez hablan sobre novela negra en euskera y, a toda leche, con la lengua por el suelo, llego a Baluarte a tiempo de ver a uno de los hombres que mejor domina el lenguaje literario por estos pagos de la península ibérica: Martín Olmos. A lo largo de su conferencia «Crímenes con historia», presentada por Miguel Izu, nos desmenuza los entresijos de una de las más grandes infamias: el crimen de Cuenca. Durante una hora, Martín nos conduce hasta la conclusión de que, en un momento dado y a poco que se den las circunstancias, todos podemos perder la dignidad. Magistral. Hay que promocionar más a este hombre.






Durante la pausa, se me acerca una señora espectacular, de esas espectaculares de toda la vida, de las que pisan el mundo sin pedir permiso ni na. Me mira fijamente y comienza a elogiar los escritos de mi blog. Me pellizco un moflete y constato que estoy despierto. Repaso mentalmente el día y no, no he bebido alcohol ni he fumado o ingerido alguna sustancia que embote mis sentidos más de lo habitual. Me pongo más nervioso que el párvulo aquel que se perdió en una tienda de chuches. Estoy como una moto. Siempre me pasa con las mujeres y los niños, lo que no lleva manual de instrucciones y botón de paro y reinicio me supera. Como no sé por dónde salir y para que no se me note, pongo mi mejor voz hard boiled y le digo:

—Estooo…, ¿dónde está la cámara oculta, nena?

La señora estupenda no responde y me lanza una descarada mirada digna de estudiarse en todas las escuelas de antropología del país. Yo sigo con mi ridícula pose a lo Humprey Bogart:

—¿A quien dices que tengo que matar después de esto, muñeca?

La moza me mira raro y se marcha A mi se me pone cara de no encontrarme el culo con las dos manos. Es curioso, no tengo hambre. ¿Acaso dar de comer al ego alimenta a su vez el estómago? Echo el cierre a esta idea, no tengo tiempo ni neuronas para estas mierdas. ¿El nombre de la señora? Ya no me acuerdo y aunque me acordara no os lo diría, soy un caballero, muñecos.

Me repongo del susto como puedo y entro a ver a Susana Rodríguez, que conversa con el doble premio Polar Bernard Minier. Durante la entrevista me entero de que las constantes en las novelas de Minier son la música de Gustav Mahler y el frío. Hay un momento en la charla en el que Bernard dice algo que, aunque parece de perogrullo, da que pensar: «Estamos en la era de las posibilidades: las mejores y las peores».



Por cierto, se rumorea por ahí que algún malvado ha bautizado a Susana como «La Madrina», porque te hace encargos que no puedes rechazar, so pena de aparecer flotando en el Arga en forma de comida para peces. Y no digo más, no sea que…

Después me voy al cine a ver a ver «A pleno sol», de René Clemént, basada en una novela de Patricia Highsmith.

«Pues en mis tiempos de joven, Alain Delon era un guaperas, que lo sepáis». Esto no se dice en la película, se lo oigo, en la cola del cine, a una señora con formas de cacatúa maquillada por un cubista borracho. Ya sé que me estoy poniendo puñetero y faltón, pero, qué queréis, a quién no emputece este clima.


No hay comentarios :

Publicar un comentario