Nico escucha una voz conocida:
«Voy a quemaros vivos».
Y aplasta la colilla y los recuerdos con la suela del zapato.
Marcela.
Sabe que hay silencios que pesan como el peor de los presagios
y piensa que Dios dejó de creer en ella.
Carlo.
Nunca ha enganchado un pez con tantas ganas de saltar al barco.
Odia enamorarse,
bajar las defensas,
ceder el control.
No parece preocuparle que ella sepa quién es,
porque ni siquiera él está seguro de saberlo.
Canijo.
Es un caso.
Enclenque,
delgado como una enfermedad
y sonado como unas maracas.
Todo el mundo termina haciéndole daño
porque es bueno.
El tío Miguel
Su voz es como el frenazo de un coche sobre la tierra.
Cuando la sangre pide sangre, no hay nada que hacer.
Así es su ley.
Marta.
Nadie se explica cómo acabó así.
Regresa de madrugada con la ropa oliendo a derrota,
con los hombros vencidos,
oliendo a tabaco,
a sexo y alcohol.
Laura.
Laura tiene que demostrar que sirve para hacer lo que hace.
Como la mayoría de las mujeres.
Le confunde que alguien pueda ser a la vez una cosa y la contraria.
O estás a un lado de la línea o estás al otro,
no puedes caminar por encima,
no es posible.
Siente cómo el silencio se va cargando de deseo
y sus dudas se funden en una única certeza.
El comisario Saldaña.
Sonríe.
Y esa sonrisa no pasaría ni el casting de una función de marionetas.
Y se fuma ese cigarrillo que ha tardado veinte años en encender.
El Ñapas.
Se puede jurar que el diablo existe con sólo mirarle a los ojos.
Tiene tantos tatuajes como cicatrices.
Javito.
No quiere que su madre le vea como un hombre vencido.
Los colombianos:
Darwin es de pocas palabras
y tiene más cicatrices que escrúpulos.
y tiene más cicatrices que escrúpulos.
El Doctor es el mejor haciendo que dejes de sufrir.
Doña Elisa.
No hay nada que Colombia no arregle.
El Monsergas.
Prefiere que le lleven tabaco a la cárcel que flores al cementerio
Marco Polo.
Inflar a hostias a los gilipollas le pone.
Cuando no tienes nada que perder, cualquier cosa parece todo.
El padre Damian.
Cree en los milagros provocados por la mano del hombre.
Ha escogido el camino torcido para ayudar a la gente.
Porque al pobre no le importa de dónde sale el pan que le pones en la mesa.
La redención sólo llega precedida del pecado.
Sabe que Dios no aprueba sus métodos, pero sí sus fines.
Y abre una puerta para que entre una sombra
y el cielo y el infierno se confundan
entre el remordimiento y la perversión.
No hay nada que Colombia no arregle.
El Monsergas.
Prefiere que le lleven tabaco a la cárcel que flores al cementerio
Marco Polo.
Inflar a hostias a los gilipollas le pone.
Cuando no tienes nada que perder, cualquier cosa parece todo.
El padre Damian.
Cree en los milagros provocados por la mano del hombre.
Ha escogido el camino torcido para ayudar a la gente.
Porque al pobre no le importa de dónde sale el pan que le pones en la mesa.
La redención sólo llega precedida del pecado.
Sabe que Dios no aprueba sus métodos, pero sí sus fines.
Y abre una puerta para que entre una sombra
y el cielo y el infierno se confundan
entre el remordimiento y la perversión.