domingo, 27 de enero de 2019

Pamplona Negra 2019. Crónica. Día 5.

Sábado, 26 de enero.

Me levanto con una sensación agridulce. El aire me huele a final y a fiesta.

Por la mañana, Susana Rodríguez nos manda al recreo con Miguel Izu, que nos da una amena y entretenida vuelta por los lugares de Pamplona que aparecen en relatos y novelas que citan, cómo no, a Hemingway. Me gusta esto de ir por Pamplona, oyendo cosas de Hemingway y otros escritores, sin parecer un guiri y con un guía culto y socarrón que no lleva un paraguas rosa en alto.



Terminada la ruta entro a ver a Maribel Medina que presenta la master class, «El arte de contar historias», de Juan Gómez Jurado. Juan nos cuenta lo del viaje del héroe o lo de que parece ser que nos tienen que contar las cosas de determinada manera. Y yo sin saberlo y con estos pelos, fíjate tú.




Pequeña pausa para unas risas y corriendo al hotel Tres Reyes para el Homenaje a Manuel Vázquez Montalbán en forma de exquisita comida. Como el chef del hotel Tres Reyes quiere hacerlo bien, no se arriesga y hace venir desde Valencia a un maestro del arroz para hacer la paella, que Carvalho era muy puñetero con este plato. Postre espectacular en forma de libro de recetas flambeado. Todavía me estoy relamiendo.


Me recupero, o no, de la comida homenaje al bueno de Manolo y me dispongo a afrontar el «Asesinato en las ondas», de Mona León Siminiani, una muchacha que tiene un programa en la SER que se llama nada más y nada menos «Negra y criminal». Le acompaña el actor de radio y doblaje Hector Checa. Piden voluntarios entre el público y, con dos chavalas y un chaval, montan un atraco con el que nos meamos de risa. Divertidísimo y didáctico.


A las siete de la tarde y, como siempre, con una puntualidad prusiana (¿o era suiza?), la madrina Susana Rodríguez Lezaun nos echa la despedida. Lleva un chaleco antibalas, pero el láser de un arma se fija en su frente. En menos de un segundo desenfunda un revolver y con dos certeros disparos acaba con el sicario. Poca broma con la directora. Poca broma con el Pamplona Negra.

Termina una nueva edición de un festival negro muy grande, un festival variado, ordenado, en el que no sobra ni falta nada ni en tiempos ni en contenidos, dirigido impecablemente por Susana Rodríguez Lezaun, una mujer que ha sabido rodearse de un equipo de colaboradores que hacen que todo encaje a la perfección y que no tiene nada que envidiar y sí mucho que ofrecer a los festivales de mayor presupuesto y duración.

¡Larga vida al Pamplona Negra!

P. D.: Cuando creía que todo había terminado, y ya fuera del festival,  la Madrina me invita a la cena de la Asociación Navarra de Escritores, detallazo que no sé como agradecer para estar a la altura. A esto me refería ayer cuando decía que esta mujer hace unas ofertas que no se pueden rechazar. Yo, como sé que las aguas del Arga deben estar muy frías, acepto encantado.

Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una, y las dos, y las tres…

Hasta siempre, Pamplona Negra, hasta siempre, Pamplona, hasta siempre, navarros.

sábado, 26 de enero de 2019

Pamplona Negra 2019. Crónica. Día 4.

Viernes, 25 de enero.

Amanece en la capital de Invernalia. Un tímido rayo de sol se atisba por la ventana. Dura poco, pero no llueve y puedo hacer el turista sin mojarme los zapatos. Menos da una piedra.

Con la siesta a medio digerir, me doy una vuelta por la librería Elkar para ver a Aingeru Epaltza, Mikel Soto e Inés Castiella que, moderados por Irati Jiménez hablan sobre novela negra en euskera y, a toda leche, con la lengua por el suelo, llego a Baluarte a tiempo de ver a uno de los hombres que mejor domina el lenguaje literario por estos pagos de la península ibérica: Martín Olmos. A lo largo de su conferencia «Crímenes con historia», presentada por Miguel Izu, nos desmenuza los entresijos de una de las más grandes infamias: el crimen de Cuenca. Durante una hora, Martín nos conduce hasta la conclusión de que, en un momento dado y a poco que se den las circunstancias, todos podemos perder la dignidad. Magistral. Hay que promocionar más a este hombre.






Durante la pausa, se me acerca una señora espectacular, de esas espectaculares de toda la vida, de las que pisan el mundo sin pedir permiso ni na. Me mira fijamente y comienza a elogiar los escritos de mi blog. Me pellizco un moflete y constato que estoy despierto. Repaso mentalmente el día y no, no he bebido alcohol ni he fumado o ingerido alguna sustancia que embote mis sentidos más de lo habitual. Me pongo más nervioso que el párvulo aquel que se perdió en una tienda de chuches. Estoy como una moto. Siempre me pasa con las mujeres y los niños, lo que no lleva manual de instrucciones y botón de paro y reinicio me supera. Como no sé por dónde salir y para que no se me note, pongo mi mejor voz hard boiled y le digo:

—Estooo…, ¿dónde está la cámara oculta, nena?

La señora estupenda no responde y me lanza una descarada mirada digna de estudiarse en todas las escuelas de antropología del país. Yo sigo con mi ridícula pose a lo Humprey Bogart:

—¿A quien dices que tengo que matar después de esto, muñeca?

La moza me mira raro y se marcha A mi se me pone cara de no encontrarme el culo con las dos manos. Es curioso, no tengo hambre. ¿Acaso dar de comer al ego alimenta a su vez el estómago? Echo el cierre a esta idea, no tengo tiempo ni neuronas para estas mierdas. ¿El nombre de la señora? Ya no me acuerdo y aunque me acordara no os lo diría, soy un caballero, muñecos.

Me repongo del susto como puedo y entro a ver a Susana Rodríguez, que conversa con el doble premio Polar Bernard Minier. Durante la entrevista me entero de que las constantes en las novelas de Minier son la música de Gustav Mahler y el frío. Hay un momento en la charla en el que Bernard dice algo que, aunque parece de perogrullo, da que pensar: «Estamos en la era de las posibilidades: las mejores y las peores».



Por cierto, se rumorea por ahí que algún malvado ha bautizado a Susana como «La Madrina», porque te hace encargos que no puedes rechazar, so pena de aparecer flotando en el Arga en forma de comida para peces. Y no digo más, no sea que…

Después me voy al cine a ver a ver «A pleno sol», de René Clemént, basada en una novela de Patricia Highsmith.

«Pues en mis tiempos de joven, Alain Delon era un guaperas, que lo sepáis». Esto no se dice en la película, se lo oigo, en la cola del cine, a una señora con formas de cacatúa maquillada por un cubista borracho. Ya sé que me estoy poniendo puñetero y faltón, pero, qué queréis, a quién no emputece este clima.


viernes, 25 de enero de 2019

Pamplona Negra 2019. Crónica. Día 3.

Jueves, 24 de enero.

Llego temprano a Baluarte y ojeo los libros del tenderete que hay instalado en la entrada. Y, cómo no, compro. ¿Hay algún neuropsiquiatra en la sala? ¿Por qué sigo comprando libros si los que tengo pendientes de leer no me los acabaría ni en dos vidas que tuviera?

Como me gusta pillar la primera fila en la sala, espero pacientemente en la cola para entrar a la primera mesa de la tarde. Un fulano, con cara de no saber levantar la tapa del váter sin ayuda, me pregunta:

—Oyes, tú —me dice con una vocalización que parece que lleve un huevo en la boca—, ¿es aquí donde el congreso de novela oscura?

—Negra, novela negra.

—Son sinónimos.

—Ya, pero da la puta casualidad de que se llama «novela negra». Además, ¿yo que cóño sé? ¿Me has visto cara de punto de información? Yo es que cuando tengo hambre y llueve me pongo de muy mala leche y no me sale atender con cortesía a gente con capacidades diferentes. sobrevenidas por gilipollez crónica, lo que venia siendo, antes de la corrección política, un pijomongolo.

En la primera mesa están Laura Gomara, Diego Amexeiras, Marc Moreno y Clara Peñalver, moderados por Tadea Lizarbe y nos ofrecen los diferentes puntos de vista sobre los bajos fondos del siglo XXI plasmados en sus novelas. Me quedo con ganas de más, esta gente tiene mucho que contar y una hora es muy poco tiempo.





Después de la pausa, llenamos de nuevo la sala para ver, en «El crimen a escena», a Patricia Ferreira y a Juanjo Braulio, moderados por Carlos Bassas del Rey. Patricia Ferreira, directora de la película «El alquimista impaciente», nos cuenta, entre otras cosas, que lo que más miedo le daba, una vez terminada la peli, era la cara que pondría Lorenzo Silva cuando la viese. Los miedos de Juanjo Braulio tenían que ver con que la película, basada en su novela «El silencio del pantano», hablase sólo de corrupción y no de poder, que es el eje central del libro. También me sabe a poco la hora con Juanjo y Patricia.




Antes de entrar al cine me voy a un rincón y me como a escondidas un bocata de ajoarriero, que la película es larga y nunca se sabe.

«A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre».

No, esa no es de la peli que nos ponen. La peli es «El alquimista impaciente», de Patricia Ferreira. Esto sí:

«Ya sé que todos los hombres somos unos cabrones y que siempre os hemos tenido explotadas, pero resulta que yo me plancho mis camisas y además soy tu sargento».



jueves, 24 de enero de 2019

Pamplona Negra 2019. Crónica. Día 2.

Miércoles, 23 de enero.

Hay una zona oculta del Pamplona Negra, apartada de las multitudes, situada en los sótanos más recónditos de Baluarte, en la que sólo pueden entrar unos pocos elegidos con voluntad de aprender. Estoy hablando del taller de novela negra de Toni Hill y el de criminología de José Otín. Dos maestros en lo suyo a un precio de risa. Yo no voy a estos cursos porque, a mis años, tengo el disco duro lleno, muy duro y ya no se me graba nada, pero vosotros, los jóvenes, deberíais aprovechar la oportunidad, que luego desperdiciáis vuestras miserables vidas en drogas y marikondos.

Despunta una nueva jornada y sigue lloviendo en Mordor. Ojo, que lo de Mordor no me lo he inventado yo, que lo dicen los mismos pamplonáutas. Segundo día del Pamplona Negra y estoy hecho unos zorros. Entre todas me vais a quitar la vida. Son las seis de la tarde y el chuletón que me zampé hace unas horas se me escapa por las uñas de los pies. Apenas me quedan fuerzas para enfrentarme a la mesa redonda de estos tres pájaros de cuenta: Agustín Martínez, Carlos Quilez y Carlos Augusto Casas. Durante la mesa «Periodismo y ficción», moderada por Carlos Ollo Razquin se oyen cosas como: «…el periodismo se queda en la superficie, la novela negra puede profundizar…», «…el periodismo ha olvidado que la información es lo más importante…» o «…ahora, más que nunca, de un periódico sólo te puedes creer dos cosas: el precio y la fecha…» Se me hace muy corta la hora con estos tipos.

Termina la mesa y de nuevo la pausa es demasiado breve para llevarse algo a la boca. Abro en el iPad «A la luz del vino», de Carlos Ollo y acaricio el racimo de uvas de la portada. Me lamo los dedos por si…, ni de coña. Mis dedos sólo saben a bits en forma de uva, pero bits al fin y a la postre. ¿Postre? ¿He dicho postre?. Sé lo que estáis pensando y probablemente acertaréis, y ahora que no nos oye Susana Rodríguez, os diré que yo vengo a Pamplona a comer bien, lo del festival tiene su aliciente, pero donde esté un buen chuletón…

En la siguiente mesa, «El crimen a escena», Laura Pérez de Larraya nos presenta a Daniel Torregrosa , que con su entretenida y didáctica charla «Arsénico sin compasión» nos habla de arsénico, cianuro, estricnina, talio, ricino, polonio y otras sustancias que te llevan al más pallá. Yo no sé si aceptaría una invitación a comer a casa de este murciano buen conversador, simpático y socarrón…  

Con el estómago más vacío que la cabeza de algunos políticos me meto en el cine a ver «Ascensor para el cadalso», de Louis Malle.

«La música seguirá sonando, pero nosotros ya estaremos muertos».

Ya fuera de programa, me voy de cañas y cena con algunos escritores, blogueros y otros animalicos nocturnos de mal vivir. No ha estado mal el día.


miércoles, 23 de enero de 2019

Pamplona Negra 2019. Crónica. Día 1.

Martes, 22 de enero.

Me despierto. ¿Dónde estoy? Si hoy es martes y llueve, esto es Pamplona. Hace un frío del carajo y pierdo dos paraguas en unas horas. El despiste bien, gracias.

Dice que van andando por Pamplona una vasca, una aragonesa y una pamplonica, se tropiezan con Baluarte y se montan una charla. Así podría empezar un chiste antiguo, pero no, lo que comienza es el Pamplona Negra 2019. La jefa de este cotarro, Susana Rodríguez Lezaun, atraviesa el escenario en penumbra de la sala y enciende una lamparita junto a un sillón. Se sienta. Pausa. Expectación. Pero no, este año no mata a nadie y presenta el festival. A continuación introduce a Txani Rodríguez y a Inés Plana y yo, desde la primera fila como el niño bueno y aplicado que fui, escucho atentamente lo que nos cuentan. A Inés Plana le ha pasado lo que sólo pasa en las películas: sin recomendaciones, sin padrinos, llamó a la puerta de una gran editorial y sonó la campana. Resultado: su primera novela: "Morir no es lo que más duele».

Durante la pausa, noto un vacío existencial por la zona superior del ombligo. Viniendo hacia Baluarte, le había echado el ojo a unos canutillos de crema que, a su vez, desde el escaparate de la pastelería, me miraban con ojos golosones, pero entre saludos, jajajases y comoestáses no me da tiempo a ir a por ellos porque empieza la siguiente charla. Tengo que estar más al loro.


La siguiente mesa, «El crimen a escena», la forman dos mujeres con tricornio. Bueno, en esta ocasión no lo llevan, pero se les supone porque son de la Policía Judicial de la Guardia Civil. Mª Luisa Calcerrada y Zaida Medina nos presentan dos casos reales y nos invitan a participar en su resolución. Hay lleno en la sala y por las intervenciones deduzco que que hay mucho CSI en ciernes en Pamplona. Interesantísima exposición la de estas mujeres de Picolandia.

Termina la mesa, viene la pausa antes de entrar al cine y yo sin canutillos. La próxima vez me los traigo puestos.

Para finalizar el día nos proyectan «El halcón maltés», de John Huston, ya sabéis, es esa en la que el bueno de Humprey dice aquello de: «No he pedido esta entrevista. Me tiene sin cuidado que no le gusten mis modales, ni siquiera me gustan a mí, me hacen llorar por las noches de invierno y me importa tanto que se meta conmigo a que se tome la sopa con tenedor. Así que no trate de confundirme».




martes, 15 de enero de 2019

«Te veré esta noche», de Susana Rodríguez Lezaum. Reseña.

Una familia se traslada en coche.

Desde la casa de la abuela hasta el piso de Pamplona.

Es una familia normal (si es que eso existe).

La madre viaja en el asiento del copiloto.

Y se duerme.

Al cabo de unas horas despierta.

Está sola en el coche.

Llueve y hace frío.

Han desaparecido todos.

«Como un puño se esfuma cuando se abre la mano».

O algo así, que dijo el clásico.

El padre, los niños.

Hasta la abuela.

Todos menos ella

La madre.

Y luego llega el inspector Vázquez.

Que tiene que resolver este marrón.

Que ya tiene bastante con lo suyo.

Porque su mujer también ha desaparecido.

Y arranca la investigación.

Y crece el ritmo.

Y la intensidad.

Porque las dos tramas son complejas.

Y los personajes están construidos desde la empatía.

Con estilo sobrio.

Simple.

Exquisito.

Ave, Susana.

Los que leen novela negra te saludan.