lunes, 9 de noviembre de 2015

«Yonqui», de Paco Gómez Escribano. Reseña.

Los monos suceden a los cuelgues, las rayas a los picos, los picos a los petas y los petas a los litros de la bodega del Joaqui y entre col y col, lechuga: palos a cabinas, robos de coches, asaltos a gasolineras, atracos a bancos… Las escenas se suceden con un ritmo inmisericorde y te golpean sin tregua como lo harían los guantes de un boxeador en pleno entrenamiento frente al saco: pico, raya, litro, peta, pico raya, litro, peta… La narración te acorrala contra las cuerdas y te entra sin contemplaciones, a hostia limpia, sin posibilidad de cubrirte, no hay escape, no hay piedad para el lector. O paras de leer o acabas noqueado.
Yonqui, de Paco Gómez Escribano, es un pico de literatura, un subidón de letras que te sacude la mollera y te ilumina sobre lo fue el vivir cada día en un suburbio madrileño durante los años setenta.
La novela está ambientada en el barrio de Canillejas, un barrio que Paco Gómez Escribano conoce muy bien, y narra la vida cotidiana de un yonqui, contada en primera persona, en lenguaje coloquial, directo, sin adornos ni florituras. El relato es un cañonazo de lírica seca y descarnada escrito a ritmo de Leño y Burning.
Salud y rocanrol, Paco.




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