Jueves, 24 de enero.
Llego temprano a Baluarte y ojeo los libros del tenderete que hay instalado en la entrada. Y, cómo no, compro. ¿Hay algún neuropsiquiatra en la sala? ¿Por qué sigo comprando libros si los que tengo pendientes de leer no me los acabaría ni en dos vidas que tuviera?
Como me gusta pillar la primera fila en la sala, espero pacientemente en la cola para entrar a la primera mesa de la tarde. Un fulano, con cara de no saber levantar la tapa del váter sin ayuda, me pregunta:
—Oyes, tú —me dice con una vocalización que parece que lleve un huevo en la boca—, ¿es aquí donde el congreso de novela oscura?
—Negra, novela negra.
—Son sinónimos.
—Ya, pero da la puta casualidad de que se llama «novela negra». Además, ¿yo que cóño sé? ¿Me has visto cara de punto de información? Yo es que cuando tengo hambre y llueve me pongo de muy mala leche y no me sale atender con cortesía a gente con capacidades diferentes. sobrevenidas por gilipollez crónica, lo que venia siendo, antes de la corrección política, un pijomongolo.
En la primera mesa están Laura Gomara, Diego Amexeiras, Marc Moreno y Clara Peñalver, moderados por Tadea Lizarbe y nos ofrecen los diferentes puntos de vista sobre los bajos fondos del siglo XXI plasmados en sus novelas. Me quedo con ganas de más, esta gente tiene mucho que contar y una hora es muy poco tiempo.
Después de la pausa, llenamos de nuevo la sala para ver, en «El crimen a escena», a Patricia Ferreira y a Juanjo Braulio, moderados por Carlos Bassas del Rey. Patricia Ferreira, directora de la película «El alquimista impaciente», nos cuenta, entre otras cosas, que lo que más miedo le daba, una vez terminada la peli, era la cara que pondría Lorenzo Silva cuando la viese. Los miedos de Juanjo Braulio tenían que ver con que la película, basada en su novela «El silencio del pantano», hablase sólo de corrupción y no de poder, que es el eje central del libro. También me sabe a poco la hora con Juanjo y Patricia.
Antes de entrar al cine me voy a un rincón y me como a escondidas un bocata de ajoarriero, que la película es larga y nunca se sabe.
«A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre».
No, esa no es de la peli que nos ponen. La peli es «El alquimista impaciente», de Patricia Ferreira. Esto sí:
«Ya sé que todos los hombres somos unos cabrones y que siempre os hemos tenido explotadas, pero resulta que yo me plancho mis camisas y además soy tu sargento».
Cuánto pijomongolo.
ResponderEliminarMucho
EliminarQué envidia das, Urbano. A ver si el año que viene no me la pierdo...
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