Excusarme por no haber leído nada de Ricardo Bosque hasta ahora sería una hipocresía. Todos tenemos un límite de tiempo para leer a la par que un tope de dinero para gastar en libros y, en mi caso, ambos son limitados. Uno va flotando como puede entre la maraña de títulos que se publican a diario, lee reseñas, anota títulos para su futura lectura y elige los libros según preferencias, impulsos o simplemente se deja arrastrar por la corriente de las salvajes promociones de las grandes editoriales.
La novela negra provinciana existe. Comenzó a abrirse paso a trompicones irregulares en un pasado no muy lejano y en estos momentos ya camina erguida y nos llega con paso firme desde todas las esquinas del país. Madrid, Barcelona o Bilbao han ido dejando paso a otros escenarios más provincianos y montaraces. Habemus descentralización progresiva del género negro y eso es bueno.
Ahora, a mi particular colección de periféricos compuesta por Cesar Pérez Gellida (Valladolid), Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria), Ramón Palomar (Valencia), Esteban Navarro (Huesca), por citar sólo a unos cuantos, añado a Ricardo Bosque, que desde su Zaragoza natal nos regala esta novela policiaca llena de intriga y humor.
El protagonista de la novela, un capitán de la «Policía Fluvial Metropolitana», navega por una Zaragoza futurista, llena de canales y lagos, fruto del proyecto de un alcalde visionario. El policía habla con su chucho de perro a perro, se muere por las formas generosas de su compañera de trabajo, aunque no se atreve a decírselo y se desplaza, en traje de neopreno, con su moto acuática de acá para allá por una ciudad que se ha convertido en una especie de Venecia baturra.
Cuestión de galones es un relato de intriga muy bien contado con un estilo sencillo y directo, una novela policiaca de pata negra situada en un escenario deliciosamente divertido y original.
Salud y larga vida literaria, maño.
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