El Tuerto acaba de salir de la cárcel y su ciudad, Alicante, no es lo que era. Es peor. En su recorrido por la noche alicantina, a Juan Ramón Durán, alias el Tuerto le acechan individuos muy peligrosos. La noche de Alicante está llena de tipos canallas, algunos de ellos más chungos que un pico de tabasco, incluso hay unos cuantos más malos que el mismísimo Tuerto. Y por esa noche turbulenta de putas, mafiosos, policías corruptos y jueces vendidos, se mueve el protagonista con su único ojo, cual cíclope vengador, repartiendo leña a diestro y siniestro y recibiéndola también.
Los secundarios no tienen desperdicio, sólo con leer sus apodos ya nos podemos hacer una idea del perfil de los sujetos: Farlopero López, Carroña, Bellota, Chimpancé, Lagartijo, Mierda de Perro, Mochuelo, Tijeras…, unos prendas, todos.
«El país de los ciegos», de Claudio Cerdán, es un relato durísimo, escrito con un lenguaje directo y agresivo, con escenas de una violencia obscena, que son resueltas en un estilo bronco y sin concesiones. Tan solo, de vez en cuando, unas pequeñas gotas de ternura redentora permiten cierta tregua y suavizan la dureza de esta novela en la que la ciudad de Alicante, siempre presente en el relato, es una protagonista más.
Eres bueno, Claudio. Y, permíteme la familiaridad, cuando seas mayor, serás muy bueno.
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