lunes, 24 de octubre de 2016

El concepto.

Exterior día. Atardecer en la playa. Chiringuitodiscopus de diseño. (Sí, aún queda alguno abierto en estas fechas)

Me siento en la terraza y hago una seña a la moza de la barra. Al momento viene una especie de querubín asexuado de ojos azules con ricitos de oro. Tardo en darme cuenta que es varón y en comprender lo que me pregunta en un acento ignoto.

—¿Qué quioerrrres tumarrrr? 

—Una cocacola, por favor. 

—Okey. 

Se larga hacia la barra y al momento vuelve con una pepsicola. No me gusta la pepsicola, los abstemios también tenemos nuestras manías. 

—Esto no es una cocacola. 

—Nou cé. Sooy nuoevo. Tú habliarrr con chica barra. 

Me levanto con el refresco en la mano y me dirijo hacia la camarera. Ojazos imposibles, escote imposible, minifalda y maquillaje de combate. 

—Hola. He pedido una coca y me habéis servido esto —pongo la pepsi encima de la barra. 

—Es que aquí sólo trabajamos con el concepto pepsicola —recalca las dos últimas palabras sin mover una ceja y mirándose las uñas. 

En momentos así, mis amigos y conocidos dicen que soy lento de reflejos y que se me pone cara de gilipollas. En lo segundo estoy de acuerdo, en lo primero no. No soy lento. Lo que ocurre es que, en esas situaciones, analizo varias respuestas y ninguna me gusta porque no son civilizadas. Son respuestas del tipo: «¿Qué tal si coges la pepsi y el concepto pepsicola y os vais los tres a la mierda?». Os aseguro que esta es la más suave de todas las que se me han ocurrido. 

Por eso, después de tres larguísimos segundos de análisis, cojo mi pepsi y le digo a la muchacha: 

—Ah…, si es así como están las cosas, perdona, cielo, me adhiero a vuestro proyecto conceptual. 

Me siento de nuevo y, mientras bebo con dificultad el brebaje, me dedico a pensar en qué parte del chiringuito podría colocar la bomba para que no quedara ni rastro del concepto.


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