¿Como se puede escribir una novela cuya acción transcurre en sólo tres días, en un pueblo de veinticinco mil habitantes y que la trama no parezca una capullada fantástica? La tarea parece difícil, porque yo, que vivo en una ciudad de similares características, cojo setenta y dos horas de mi felicísima villa y por mucha imaginación que le ponga no salen más que tres o cuatro gilipolleces costumbristas que no funcionan en una narración ni con todos los lectores borrachos. Pero, claro, yo no soy Paco Bescós, yo no manejo el lenguaje como este tipo que, además de escribir, es publicista y sabe enhebrar las palabras justas para, en una historia muy corta, tocarnos la fibra sensible que nos haga ponernos pedos con una determinada marca de cerveza o comprarnos el último modelo de teléfono del mercado.
La novela comienza con la parición del cadáver a medio enterrar de una niña perteneciente a uno de los dos clanes gitanos de la ciudad y su trama se desarrolla en los tres días centrales de la Semana Santa.
«El baile de los Penitentes», de Paco Bescós es un relato coral con diferentes hilos narrativos que convergen y encajan a la perfección en un final de traca. Sin embargo, hay un personaje que destaca poderosamente sobre el coro de penitentes: un extraño juego, el juego de los Borregos. Un engendro que se ejecuta sobre una mesa de billar y que en al noche del Viernes Santo reúne a todos los hombres adultos del pueblo. Un juego diabólico en el que los parroquianos del garito, sumergidos en un aire irrespirable por el humo y medio ahogados por el alcohol, se juegan hasta lo que no tienen. Solamente por el buen puñado de páginas que describen el juego y el ambientorro que lo rodea merece la pena leer esta novela.
Paco, ya sé que tu familia tiene que comer, pero deberías estirar tu tiempo y escribir más novelas como esta.
Nos lo debes.
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