—Soy un justo, uno de los 36 justos de mi generación que deben mantener el equilibrio entre el bien y el mal.
—Ya, pero ¿quién eres en realidad?
—¿Realidad? La realidad es múltiple y se fabrica a lo largo de la vida. Al final, cada uno tiene sus realidades. Una de ellas es que soy un viejo que vive en una Barcelona «que no la reconoce ni la madre que la parió». Otra realidad es que soy «el que barre la mierda de Dios».
—¿Y por qué la barres, Justo?
—Porque he sido elegido y porque alguien tiene que hacerlo.
—Pero eso que haces no está bien, Justo, deberías…
—Te equivocas, mi proceder es intachable. Por otro lado, ¿acaso, en algún momento, no te gustaría hacer lo que yo hago?
—No te digo que no lo piense, pero de ahí a llevarlo a cabo…
—No lo haces porque temes que te pillen, pero te aseguro que se puede, todo es cuestión de discreción y decisión.
—Ya, en tu caso es muy fácil. Eres un viejo, te quedan dos telediarios y no…
—No se trata de eso, se trata de ser un elegido. Yo de ti, al menos, recomendaría esta novela. A lo mejor alguien, menos pusilánime que tú, se anima y me ayuda a limpiar de escoria este mundo.
—La voy a recomendar, Justo, porque es una novela redonda y porque está muy bien escrita. Luego de haberla leído, que cada cual haga lo que quiera.
—Allá tú. Yo voy a seguir con lo mío, porque soy un tzadik, uno de los 36 justos que barren la mierda del mundo.
—Estás como una puta cabra, Justo.
—Pues anda que tú, que estás hablando con un personaje de una novela de Carlos Bassas del Rey…
Buenísimo, Justo, digo Carlos, digoo Urbano.
ResponderEliminarNo sé si llevarte a la luna..., bueno, si tú quieres.
Gracias, Txaro.
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