domingo, 30 de junio de 2019

VII ENCUENTRO BRUMA NEGRA. Crónica del sábado,29 de junio.

Con el tiempo justo llego al Goñi Portal para ver la impecable presentación, por parte de Leire Gondra, de la novela gráfica "Morir en Bilbao», de Kiko Infame (Enrique Martínez-Inchausti) y Sujeto Verde (Gorka Echevarría). El tebeo es un desparrame postapocalíptico y futurista del Botxo, que, para los foráneos, es como llaman a Bilbao los indígenas de esta ciudad, y narra las aventuras de una caza recompensas muy borde y japuta perdida y su ayudante, un gato con tres ojos. Ya os podéis imaginar que la historieta no va de bambis con lazos rosa.


Se han hecho las doce en un suspiro de pulga… Un momento, ¿suspiran las pulgas? ¿Exhalan pequeñas porciones de aire mientras se reclinan lánguidamente en el blando lecho de la melancolía? Joer, ya me estoy dispersando. Mirad lo que os digo, muchachas del mundo: podéis adoptarme sin temor. Soy pacífico, limpio y, como podéis comprobar, me entretengo con cualquier gilipollez. Comida, agua, una caricia en el lomo de vez en cuando y ya está.

A lo que vamos: comienza la segunda mesa de la mañana, que se llama «Crímenes del pasado, crímenes del presente», con Javier Abasolo, Jerónimo Tristante y Leticia Sánchez, moderados por el capo de este cotarro, Juan Mari Barasorda. Perdón, CEO, que ahora los capos son CEO. Como veis, son tres decimonónicos contra una vigesimoprimesca, o como se les diga a las cosas de este siglo. Ni que decir tiene que Leticia se defiende estupendamente de ellos con su última novela. Resumiendo: Sabino Arana con Jack el Destripador, una señora que colecciona secretos y un cadáver en una isla perdida con una mansión familiar que esconde otros cadáveres que no se ven. Qué lío, ¿no? Pues haber ido a la charla.



Termina la mañana y nos vamos a tomar cócteles de aquellos que tomaban los hombres de antes. Aquellos tipos que, apoyando un codo en la barra y sosteniendo un gimlet o un bronx en la mano, decían cosas como:


—Deberían prohibirte salir a la calle con esa falda, muñeca. El asfalto no es de piedra, y al mirar hacia arriba, se derrite.

O algo así.

Ahora no, ya no quedan hombres como esos, al contrario, ahora sois vosotras, las que con la voz pastosa por el orujo nos acosáis con piropos como:

—Ven pacá, muñeco, que te voy a dar un repaso que se te va a quedar el canelón en carne viva.

Os habéis vuelto muy poco sutiles, que lo sepáis.

Me despierto sobresaltado. Son las cinco menos cuarto de la tarde y apenas he dormido diez minutos de siesta. Esto no está ni medio bien, porque en mi pueblo lo normal es una hora u hora y media. Estoy planteándome seriamente contratar un negro que me cubra las tardes de los festivales porque llego a la primera mesa con un torrijón en todo lo alto de la bellota que no proceso un carajo.

No hay problema, me despejo en dos segundos porque la ocasión lo requiere: nada menos que Mikel Santiago, Toni Hill y Susana Rodríguez, moderados por Juan Infante, componen la mesa «El thriller nunca muere». Los nombres de Ira Levi, Gillian Flynn, Santiago Díaz y Nieves Abarca suenan entre las recomendaciones de los participantes.


La segunda mesa se llama «Detectives poco convencionales» y la componen Joe Álamo, Jon Arretxe y Natalia Gómez, moderados por Sergio Vera. Ellos o sus personajes, que uno nunca sabe donde termina el autor y empieza el detective, también son poco convencionales. Joe Álamo empezó a escribir con cuarenta y cinco años y su personaje es un detective zombi, Natalia es profesora de pilates y escribe sobre la mafia albanesa, y Jon tiene el único detective negro de Europa. 



La tarde es intensa y esto no para: casi sin solución de continuidad, Martín Olmos, Txemi Parra y Mari Carmen Sinti, moderados por Ricardo Bosque, se sientan y forman la mesa «Sonrisas criminales». Todos sus escritos son un derroche de humor y la nueva novela de Martín Olmos, «Serenata de plomo», de próxima aparición, tiene muy buena pinta.


La última mesa es el premio gordo del festival. Nada menos que el gran Andreu Martín es interrogado durante una hora por Jokin Ibáñez. Anécdotas, vivencias y sobre todo, el género negro de este país en carne mortal, en vivo y en directo.


Termina el certamen con la entrega de premios del VII CONCURSO INTERNACIONAL DE RELATOS BRUMA NEGRA. Ricardo Bosque lee el acta. Yo sé que soy uno de los cinco finalistas porque me lo han comunicado hace unos días bajo pena de muerte si lo divulgo antes del fallo. Estoy tranquilo y contento. Contento porque ser finalista en este concurso, entre 260 participantes de varios países, ya es un triunfo. Pero suena mi nombre como ganador y no puedo evitar mirar hacia el techo en busca de alguna cámara oculta. Los organizadores me abrazan y la alcaldesa de Plentzia me entrega el cheque. Es cierto. No hay broma. Es real. Mientras poso para las fotos, no puedo evitar hacer el chiste mental: «He tardado sesenta y siete años en escribir mi primer relato serio, lo presento a un concurso internacional y lo gano. ¡Hay que joderse con el carretón literario que llevo! Debería retirarme ahora que estoy en la cima».


Entregan el premio a toda una trayectoria al gran Andreu Martín y acaba el Bruma Negra, un festival que crece cada año gracias al esfuerzo y buen hacer de sus directores, Juan Mari Barasorda y Ricardo Bosque y al apoyo del Ayuntamiento de Plentzia.

Nos vamos a cenar. Bajamos la calle y la noche es amigable.

Me separo ligeramente del grupo y comienzo a flotar en una nube.

















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